Mitin agrícola. El noroeste, 16 de noviembre de 1910.

Trubia
(De nuestro corresponsal)
En Las Regueras
El entusiasmo que este acto
despertara entre los sufridos labriegos, bien lo demostraron éstos, desafiando
las iras del mal tiempo y aguantando fuerte vendaval y una lluvia torrencial
mientras tenía lugar el mitin.
A pesar del mal aspecto del
tiempo viose el acto bastante concurrido.
Los aplausos tributados a los
que hicieron uso de la palabra, fueron clara demostración del sentimiento de
que los labradores van camino de emanciparse.
Igancio Perales, de Santullano,
que preside, hace la presentación de los oradores, recomendando se tomen cuenta
los atinados consejos que se os da -dice- y llevéis a vuestros hogares los
conocimientos que aquí os han de dar.
Alejandro González de Trubia,
manifiesta que siempre le ha inspirado la clase campesina una honda simpatía y que
cree que con los obreros del campo se comete la mayor de las injusticias, pues a
pesar de nuestro afanes y desvelos –exclama- os veis completamente despojados
de cuanto significa bienestar.
Considera como medio único que
puede salvar a los agricultores de su próximo estado la asociación,
recomendándoles engruesen la Sociedad que tienen organizada.
Síguele en el uso de la palabra
Eladio Artamendi.
Manifiesta su gran satisfacción
por poder contribuir, aunque en modesto grado –dice- a la difusión del
principio de asociación entre la humilde clase agrícola.
Para demostrar la bondad de los
organismos societarios analiza las ventajas que por tal medio consiguieron los
obreros asociados de la industria en general, reduciendo aquellas bárbaras
jornadas que no hace mucho se veían los obreros obligados a trabajar,
arrancando asimismo la ley de Accidentes del trabajo y una consideración social
en armonía con los derechos de ciudadanía.
Esto, repite, no olvidéis que
fue todo ello arrancado por la fuerza de la unión; pues jamás los capitalistas
de todos órdenes y categorías dieron a los obreros la más insignificante
mejora, a pesar de que la mayor parte de ellos son católicos, apostólicos,
confiesan y comulgan, sin que los obreros le exigieran.
Ocupase seguidamente de la
importancia de la instrucción, encareciendo la difusión de la cultura entre los
agricultores, como medio de poderse capacitar para desarrollar sus organismos y
poder de tal modo ir derrocando los prejuicios que privan a los campesinos de
intervenir de una manera directa en la vida del Estado, para que éste no haga
lo que hasta el presente, manteniendo a la clase obrera completamente
desatendida.
Pone de manifiesto el contraste
que resulta de que mientras, a ciertas clases que pertenecen a ciertas
instituciones se les aumentan sus pagas, nada se hace para fomentar la Agricultura
que en nuestras fértiles tierras pudiera ser motivo de riqueza, a la vez que
serviría para mitigar en algo esa desbandada que la emigración significa.
Hace algunas otras referencias
de interés para los agricultores y termina recomendando a los allí reunidos
pongan verdadero empeño en la obra de asociarse, para traer una sociedad menos
egoísta y más humana que permita a todos los hombres el disfrute de un buen
vivir.
Manuel Vigil dice que tratará de
la necesidad de las Asociaciones, como medio para mejorar la vida.
Explica la manera de cómo sin el
trabajo que hace el obrero del campo, y sin la industria, no habría nada
posible; y sin embargo de esto –añade- no son los obreros ni más ni menos
considerados que como simple mercancía.
Refiérese a las contribuciones
del Estado y hace ver que de ellas disponen los capitalistas, siendo diputados
y ministros sus representantes.
Explica el móvil de los
monopolios que no es otro que el de asociarse los capitalistas para poder
explotar las industrias elevando el precio de sus productos, con lo que
encarecen la vida del proletariado y ponen a éste en condiciones de tener que
emigrar fuera de esta tierra que tantos afanes cuesta al pueblo trabajador.
Cita a este efecto entre otros
el monopolio del azúcar, producto más caro en España que en todas las demás
naciones.
Señala el egoísmo que tienen
toda clase de patronos, y al efecto hace algunas consideraciones poniendo de
manifiesto, que aquellos que tienen el Poder en sus manos y desde él dictan las
leyes restrictivas impidiendo con los Aranceles y otros gravámenes a los
productos que puedan venir éstos de otros países.
Hace un parangón entre el
sacerdocio de la religión y el que representa el maestro de la escuela, y a
este efecto señala el tremendo fracaso que para el proletariado significó la
predicación de la resignación que aconseja pasar por todo en este mundo, para
recoger la recompensa en la otra vida.
Cita asimismo las tarifas que en
la religión existen para bautizos, casamientos y entierros, diciendo que todo
ello es a base de dinero, sin el cual no prestan sus servicios a los miembros
de la religión.
Pasa a examinar lo que el
Ejército significa, sacando la consecuencia de que esta institución también
adolece del defecto de organización que en otras cosas se observa, y a ella
dejan de incorporarse los hijos de los ricos porque pueden disponer de 1.500
pesetas que les exime del cumplimiento de esa ley, a pesar de ser los
conflictos que como el de Marruecos se promovieron por favorecer los intereses
de cuatro propietarios de las minas que allí se quieren explotar.
Con respecto a la Magistratura
hace las mismas consideraciones.
Dice que este organismo adolece
de los mismos defectos y que por eso siempre favorece a los capitalistas en sus
decisiones entre las contiendas entre el capital y el trabajo.
Termina exhortando a los
reunidos a que entren francamente en el camino de la organización para poder
llegar a formar parte del Poder, que es desde donde cabe hacer que las cosas
cambien en beneficio del pueblo trabajador.
Por último, el presidente excita
a que los reunidos persistan en su asociación, dando por terminado el acto en
medio del mayor entusiasmo.
¡Ánimo, pues, agricultores!
¡Adelante con vuestra unión!
E.A.
Trubia 14 de
Noviembre de 1910
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