Texto: Miguel Suárez
Más fotografías de las Termas de Valduno en: https://flic.kr/s/aHskcioQ4u
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Iglesia de Santa Eulalia. A la derecha, el recinto cubierto en el que se ubican las termas. Foto: Miguel Suárez |
En 2004, el Ayuntamiento de Las Regueras puso en marcha las obras para mejorar el camino de la iglesia de Valduno. En un principio debían ser trabajos normales, un camino que se arregla y nada más. Sin embargo, en Valduno encontramos una circunstancia que desembocaría en que esas obras no fueran, desde luego, rutinarias: allí se habían encontrado importantes vestigios del pasado. Entre ellos, la noticia de que
En septiembre de
1868 existían junto a la casa del labrador Domingo Tamargo, vecino del pueblo
de Balduno, varios ladrillos de construcción romana y dimensiones diversas, y
un pequeño molino de mano de piedra de grano; cuyos objetos encontrara labrando
el terreno llamado de la Torre vieja próximo a su vivienda y a la iglesia, y
también algunos cimientos de un edificio de grande extensión (Vigil, 1887: 486).
Pero más interesante que lo
anterior, sobre todo porque podemos verla en la actualidad (está expuesta en el
Museo Arqueológico de Asturias), es la estela de Valduno. La estela debió andar
deambulando por el pueblo, sirviendo incluso de asiento a los pies de un
plátano según nos informaba José Manuel González, a quien debemos su
descubrimiento y estudio. En efecto, en 1947 el historiador y filólogo reparó
por primera vez en ella y se fijó en un detalle que hasta entonces le había
pasado desapercibido: esa gran piedra poseía una inscripción latina.
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Inscripción de la Estela (González, 1949: 13) |
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Estela de Valduno. Fuente: Museo Arqueológico |
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Transcripciones de la Estela de Valduno (González, 1949: 21) |
La estela nos cuenta que, al menos en esta zona (y tampoco podemos olvidar otras dentro del concejo como Andallón) la presencia romana no fue esporádica o superficial. Siempre según José Manuel González, Sestio, a quien se dedica la estela, debió ser un nativo de la zona que en algún momento hizo méritos que le valieron el derecho de llevar un nombre romano (no todos podían; le daremos un voto de confianza y pensaremos que no lo tomó ilegalmente). También nos habla la estela de la pertenencia de Sestio a la familia o clan de los Munigálicos, vinculados a la zona desde antes de la llegada de los romanos. Vinculación que se refuerza con los nombres de Progeneo y Figeno, más relacionados con la cultura nativa que con la romana. Cuadrato, quien mandó realizar la estela, vendría a simbolizar esa continuidad y adaptación del mundo astur dentro de las estructuras romanas.
Al margen de las discusiones que puede generar la
visión tradicional del astur irredento e indómito, frente a las tesis que
defienden una presencia romana más intensa de lo que se ha creído hasta hace
bien poco, lo cierto es que tanto los hallazgos del siglo XIX como la estela
dejaban constancia de que los romanos habían estado en Valduno. Si a ello
añadimos que con relativa frecuencia encontramos iglesias erigidas sobre ruinas
romanas, tenemos los argumentos que resultaron esenciales para realizar un
sondeo arqueológico al lado de la iglesia en busca de ese pasado remoto.
Entre el 16 y el 31 de diciembre de
2004 se desarrolló la primera campaña arqueológica, dirigida por Rogelio
Estrada, en la que se realizó una calicata de 3,5 x 5 m. y se profundizó
aproximadamente 1,20 m. En esta primera excavación salieron a la luz los restos
más superficiales del antiguo cementerio, que se encontraba adosado a la
iglesia y estuvo activo hasta 1864, año en que se trasladó a su actual
ubicación en la Nozaliega. Entre los
restos, cabe destacar el muro de este antiguo cementerio y dos niveles de
tumbas en fosa –un total de veinte- de época moderna y contemporánea. Debajo de
éstas también se encontraron algunas tumbas de lajas de época medieval, algunas
de las cuales habían sido desmanteladas al realizar los enterramientos
posteriores.
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Vista parcial en los momentos iniciales de la excavación (Estrada, 2014: 133) |
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Vista de la necrópolis en la zona aledaña al alveus semicircular (Estrada, 2014: 133) |
Las excavaciones empezaban a aportar información
desde el primer momento. Pese a todo, aunque el estudio de un cementerio con
una cronología amplia puede ser muy interesante desde el punto de vista
histórico, antropológico, cultural, etc., no es un tema en el que se invierta
demasiado de forma continuada salvo que se encuentre algo excepcional. Si los
hallazgos se hubieran limitado a las tumbas comentadas antes, la excavación
probablemente habría terminado ahí, al menos por un (largo) tiempo. Por suerte,
los arqueólogos encontraron algo más: restos de ladrillo que podía vincularse a
estancias calefactadas y numerosos restos de opus signinum (revestimiento formado a partir de una la mezcla de
diversos materiales como arena, cal, ceniza y ladrillo triturado y que se
utilizaba para impermeabilizar la piedra) de muy buena calidad. Así que se descubrió
la presencia de materiales relacionados con el calor y la humedad, lo cual dio
pie a pensar que debajo de la necrópolis podrían hallarse unas termas.
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Pasador de azabache de época contemporánea encontrado en la necrópolis (Estrada, 2014: 155) |
Gracias a esta hipótesis y los materiales que la
sustentaban, la Consejería de Cultura del Principado de Asturias habilitó un
presupuesto para dar continuidad a las excavaciones, que se reanudaron en
febrero de 2006. El área de excavación se amplió a 7,30 x 6,30 m. y la
profundidad superó en algunos puntos los 2 metros. Por supuesto, en primer
lugar aparecieron nuevas tumbas tanto modernas y contemporáneas, como
medievales. Dentro de la fase moderna y contemporánea la mayoría de los cuerpos
aparecían enterrados con las manos sobre el abdomen o pubis, lo que podría
interpretarse como que fueron amortajados; otros parecen haber sido enterrados
con alguna prenda, tal y como indicaría el hallazgo de algunos botones de hueso
o metal. Destaca sobre todo un pasador de azabache, datado en la primera mitad
del siglo XIX. En los momentos finales de esta necrópolis se produjo un
incremento en el número de enterramientos (vinculado al aumento demográfico de
la parroquia), dando lugar a tumbas solapadas y dispuestas de forma un tanto
caótica.
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Detalle de las tumbas de laja medievales. Foto: Miguel Suárez. |
Esta situación caótica también se aprecia en la
necrópolis de época medieval, donde se encuentran tumbas antiguas destruidas
para realizar las nuevas, que se distribuyen sin seguir ningún patrón
(aprovechando huecos libres, básicamente). Para las lajas de las tumbas se
reutilizaron en muchos casos materiales romanos, y aquellas que se situaban en
los niveles inferiores (las más antiguas) aparecieron sin cubierta, que
probablemente fue utilizada para tapar las tumbas situadas encima. Entre los
hallazgos más interesantes se encuentra un anillo de plata encontrado en la tumba
que ocupaba una mujer adulta.
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Anillo de plata y tumba en el que se encontró (Estrada, 2014: 134). |
Finalmente, la retirada de las tumbas medievales para su estudio permitió sacar a la luz los restos de época romana. La hipótesis inicial se confirmaba: habían aparecido las Termas Romanas de Valduno. Así, a finales de septiembre de 2006 comenzó la tercera campaña, financiada por el G. D. R. Camín Real de La Mesa (fondos PRODER) y orientada a rematar la excavación y restaurar los restos encontrados (es de justicia señalar también la calidad de estos trabajos).
En los asentamientos rurales de Hispania, los balnea (baños) comenzaron a ganar presencia durante el siglo I d.
C., generalizándose con mayor intensidad durante el siglo II d. C. En el ámbito urbano sólo los más ricos podían
disponer de estos baños dadas las limitaciones de espacio, así como la
necesidad de grandes cantidades de agua que debían obtenerse del abastecimiento
público. Y aun así, esas limitaciones obligaban a que las termas domésticas
ocuparan en los primeros momentos un lugar marginal dentro de la vivienda. Sin
embargo, en el ámbito rural no existían las limitaciones espaciales y, en casos
como Valduno, había acceso fácil e ilimitado al agua por la presencia a escasos
metros del río Nalón. De esta forma, en las zonas rurales fue más sencillo construir
importantes conjuntos termales que, al tiempo que garantizaban el baño diario,
actuaban como un elemento de prestigio y poder.
Dentro de las termas romanas
encontramos tres espacios fundamentales:
· El caldarium,
que era una sala destinada al baño caliente. Solía estar cubierto por una
bóveda, en medio de la cual podía haber una abertura (llamada lumen) que al abrirse o cerrarse
permitía regular la temperatura de la estancia dejando entrar más o menos aire
del exterior. La calefacción de esta estancia se realizaba por medio de lo que
se conoce como hipocausto (hypocaustum):
utilizando una serie de columnas de ladrillo que sustentaban el suelo de las
estancias se creaba un espacio entre éste y los cimientos. Por este espacio
circulaba el aire caliente que provenía de un horno (praefurnium) contiguo al caldarium
que se alimentaba con madera o carbón vegetal, calentando el agua disponible en
las calderas y manteniendo la estancia caldeada.
· El tepidarium
o sala de agua templada. Su finalidad era aclimatar el cuerpo para pasar, bien
a la zona de agua fría, bien a la zona de agua caliente, dependiendo desde
dónde se accediera. En algunas termas (caso, por ejemplo, de Valduno) el tepidarium también se asentaba sobre un
hipocausto que comunicaba con el del caldarium,
de modo que el calor que llegaba a la sala era menor. Aunque también es posible
que contaran con su propio horno o un infiernillo lleno de carbones.
· Por último el frigidarium,
que era la sala en la que se encontraba la piscina de agua fría.
La mayor parte de los primeros balnea se erigieron siguiendo un esquema lineal simple en el que el
caldarium, el tepidarium y el frigidarium
se disponían sucesivamente, en línea recta, emulando el recorrido de los
bañistas. Pero además de estas estancias, dependiendo de la entidad y tamaño de
las termas, podemos encontrar otras salas como el apodyterium (vestuario), sudatio
(sauna), palestra (espacio en el que
podían realizarse ejercicios físicos) o el unctorium
(espacio destinado a masajes). A veces encontraremos mencionado también el laconium, que consistía en un baño de
aire caliente y seco. Su existencia o no dependería en gran medida del tamaño
de las termas. Es posible que en algunos casos el laconium hiciera referencia a la parte abovedada del caldarium, donde se aprovecharían los
vapores del agua caliente. En este caso, como es lógico, serían baños de vapor
y no de aire caliente y seco como en principio designa la palabra laconium.
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Plano de las Termas Romanas de Valduno (Estrada, 2014: 160). |
En Valduno las excavaciones arqueológicas
dejaron al descubierto gran parte del caldarium
(no entero, dado que se encuentra seccionado por el muro sur de la iglesia de
Santa Eulalia). Uno de los elementos más destacables de este caldarium es, evidentemente, la bañera (alveus) semicircular, de aproximadamente
1,5 m de radio y unos 3 m en su lado recto. Se encontraba totalmente
impermeabilizada gracias a un revestimiento de opus signinum de excelente calidad y que presenta una
característica singular, como es la existencia de pigmentos rojizos que
sugieren una decoración pictórica de la bañera. También se ha conservado
perfectamente el pequeño tubo de plomo, de unos 4 cm de diámetro, que actuaba
como desagüe. En la parte trasera de la bañera, en la base (una zona que actualmente
queda fuera de la vista para el visitante), se encuentran tres pasos de calor
que permitían mantener la temperatura del agua. Por otra parte, es probable que
en el muro absidiado (en la parte central del semicírculo) hubiera una ventana,
dados los abundantes fragmentos de vidrio que se encontraron en esa zona
durante las excavaciones. En este sentido, podemos imaginar también la altura
de los muros originales si tenemos en cuenta las recomendaciones que Vitruvio,
en su tratado De Architectura (una de
las principales referencias en las construcciones romanas), realizaba al
respecto:
La bañera debe situarse debajo de la ventana, pero
de modo que los bañistas que estén alrededor no impidan ni estorben el paso de
la luz con sus sombras (De Architectura, v. 10., cit. por
Estrada, 2014: 145).
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Detalle de la bañera o alveus semicircular. Foto: Miguel Suárez. |
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En la imagen, las dos bañeras destacadas. El fragmento de arriba a la derecha se corresponde con la bañera rectangular, prácticamente desaparecida en la actualidad. Foto: Miguel Suárez. |
Además de esta bañera existía otra, de planta
rectangular, de la que apenas queda nada. A pesar de que presenta un estado de
arrasamiento importante y es difícil identificarla a simple vista, se ha
conservado una moldura en cuarto de bocel, muy frecuente en las estructuras
romanas y utilizada para garantizar la estanqueidad de la bañera (este tipo de
moldura también se ha conservado en la bañera semicircular). Ello permite
confirmar con seguridad la presencia de este segundo alveus. También existen otros elementos interesantes como una
pilastra sobre la que iría apoyado un amplio arco que marcaría el acceso a la
bañera, así como una de las chimeneas de evacuación de humos de las varias con
que contaría el caldarium. Asimismo,
en algún momento se realizó una reparación, quizá motivada por la degradación
de los materiales a causa de las oscilaciones térmicas (el horno o praefurnium estaría situado en las
inmediaciones de esta bañera rectangular). La reparación consistió en la
colocación de dos muretes debajo de la bañera, aparejados con dos columnas de
tejas.
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Los tres pasos de calor bajo la bañera semicircular. Arriba, sustentado por cuatro columnas, el fragmento de suspensura o suelo de la estancia que se ha conservado. Foto: Miguel Suárez. |
Las excavaciones también sacaron a la luz la cloaca o canal de desagüe, que bordea el
muro exterior del conjunto termal por su lado sur. Tiene unos 30 cm de ancho y
la base está formada por lajas de caliza. Presenta un leve desnivel que ha
permitido comprobar de desaguaba de oeste a este (hacia la casa rectoral). En
este caso, no sólo recogería las aguas residuales de las bañeras, sino también
el agua proveniente de la cubierta del edificio.
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En la imagen, la cloaca o canal de desagüe resaltado. Foto: Miguel Suárez. |
Otro de los elementos que presenta un grado de
conservación excepcional es el hipocausto. El sector del caldarium consta de 23 columnas (o pilae) que todavía mantienen gran parte de su altura original, la
cual oscilaría entre los 90 y 96 cm. Sobre estas columnas se apoyaría, como se
ha comentado anteriormente, el suelo de la estancia (llamado suspensura), del que se conserva un
resto de aproximadamente 1 x 0,5 m, y que tenía unos 20 cm de espesor. En el
muro oriental (hacia la casa del párroco) se abren dos arcos de medio punto, de
unos 75 cm de altura, que dan paso al área del tepidarium, todavía sin estudiar.
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En la imagen, el hipocausto resaltado. En el lado izquierdo, sobre las columnas, se aprecia con nitidez la suspensura que se ha conservado. Foto: Miguel Suárez. |
En cualquier caso, sí se ha podido comprobar (tras
la limpieza de la zona y gracias a la colaboración del grupo de espeleología
Polifemo) que el hipocausto continúa más de 4 m (a partir de ahí se encuentra
colmatado de sedimentos procedentes de las inundaciones provocadas por las
crecidas del Nalón) en dirección a la casa rectoral y parece presentar un buen
estado de conservación. La mayor parte de las columnillas de ladrillo están
casi intactas, a excepción de algunas que fueron mutiladas con la ampliación de
la iglesia en el siglo XVIII. De ello se deduce que la sala dedicada al tepidarium tendría más de 4 m de
longitud, a lo que habría que añadir la presencia constatada de un muro que
delimita la estancia. Este muro cuenta también con un paso de calor similar a
los dos descritos anteriormente, pero de planta cuadrangular. A través de él,
aún pueden verse más columnas de ladrillo. Ello plantea dos posibilidades: bien
que nos encontremos ante un doble tepidarium,
bien que al lado de éste se ubicara otra sala que podría tratarse de un unctorium (espacio destinado a masajes
con aceites), algo habitual en los baños domésticos del ámbito rural en la
Península. Por otra parte no se ha encontrado en el área explorada ningún resto
que sugiera la presencia de un horno vinculado al tepidarium, aunque por el momento tampoco puede descartarse hasta
que no se estudie el área por completo.
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Hipocausto del tepidarium, que continúa en dirección a la casa rectoral. Se encuentra aún sin excavar. Foto: Miguel Suárez. |
Ya en el plano hipotético sería posible que,
paralela al caldarium y tepidarium existiera otra estancia más,
de planta alargada, que se situaría ya debajo de la iglesia. Podría tratarse de
un pasillo entre las distintas salas o un apodyterium
(vestuario), cuyas ruinas habrían sido aprovechadas para erigir la primera
iglesia de Valduno. Este esquema arquitectónico encuentra un paralelismo muy
claro en un yacimiento relativamente cercano: las termas de Campo Valdés
(Gijón). En Campo Valdés encontramos, efectivamente, un pasillo de unos 4
metros de ancho y a lo largo de uno de sus laterales se suceden linealmente las
distintas estancias.
Cabe señalar que además del apodyterium, el frigidarium
y el caldarium, en Campo Valdés
existió un doble tepidarium, tal y
como podría ocurrir en Valduno. Este paralelismo también nos permite hacernos
una idea sobre la posible cronología del complejo termal de Las Regueras. En el
caso de Campo Valdés, la construcción se dató entre finales del siglo I. d. C.
y principios del siglo II d. C. Por tanto, no sería descabellado (siempre con
las debidas reservas) incluir las termas de Valduno bajo esta cronología. No
queda claro, por el contrario, el final de estas termas, ya que la instalación
de la necrópolis borró casi totalmente cualquier vestigio que pudiera aportar
luz en este sentido. Pese a todo, parece que podría haberse producido en época
tardoantigua (en torno al siglo V d. C.).
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Plano de las Termas Romanas de Campo Valdés (Gijón). Hemos resaltado las zonas que podrían guardar correspondencia con las Termas de Valduno. Se observa cómo el caldarium (C), el doble tepidarium (T1-T2), el frigidarium (espacio entre T1 y A) y el apodyterium (A) siguen un esquema lineal y están comunicados por un ancho pasillo (Pa). Fuente: Web. |
Con respecto al porqué de las termas, todavía
tenemos más preguntas que respuestas: ¿Eran privadas?; ¿Eran públicas?;
¿Pertenecían a una villa? ¿Pertenecían a otro tipo de establecimiento?... Desde
luego, en Valduno encontramos una de las mejores zonas de Asturias. Una vega
extensa y fértil, un terreno llano, la presencia de un río caudaloso como es el
Nalón (por aquel entonces con aguas cristalinas, etc., son factores que convierten
a Valduno en un lugar ideal para la instalación de una
explotación agraria o villa.
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Restos pictóricos encontrados en las Termas de Valduno. Foto: Carlos Álvaro (Estrada, 2014: 152). |
Tampoco podemos olvidar que se trataba de un lugar
bien comunicado. Por Valduno pasaba la ruta que unía Lucus Asturum (Lugo de Llanera [¿?]) y Lucus Augusti (Lugo, Galicia). Todavía son visibles, en la recta
que cruza la vega hacia Paladín, los restos de la antigua calzada romana. Pero
esta posición ventajosa, cerca de una vía de comunicación importante, también
podría llevarnos a pensar que las termas de Valduno se incluían dentro de un
establecimiento viario (una hipótesis difícil de comprobar, en cualquier caso). Bien podría tratarse de una mansio o una taberna,
aunque no debemos dejarnos llevar por el sentido que para nosotros pueden tener
estos términos. En este caso, las identificamos más como posadas u
hostales, orientados al descanso de los viajeros y en las que también tenían
cabida los complejos termales. Esta interpretación como establecimiento viario
también podría vincularse a la presencia, a unos 900 metros en dirección a
Paladín, del Castiello de los Vallaos (González, 1952),
un castro fortificado situado en el Monte de La Parra, cuyo
origen podría haber sido el control y defensa de la vía.
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Vista general de la recta de Valduno. Al fondo, en el monte, lugar en que se situaba el Castiello de los Vallaos. Foto: Miguel Suárez. |
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Detalle de la carretera. En la parte inferior pueden observarse los restos de la antigua calzada romana. Foto: Miguel Suárez. |
De cualquier forma, el origen de las termas todavía no está claro. La única certeza que tenemos hasta el momento es que se trata de un complejo de relativa importancia, con una calidad constructiva notable y un estado de conservación excepcional. Sabemos que, al menos, contamos con otras dos estancias siguiendo hacia la casa rectoral (el doble tepidarium o tepidarium-unctorium), y no se descarta la presencia de otras salas bajo la iglesia. Según los cálculos realizados por los investigadores, el complejo termal podría superar los 200 m2, de los cuales, hasta la fecha han salido a la luz algo menos de 50 m2. Es evidente, pues, que aún queda mucho trabajo arqueológico por desarrollar. Las ruinas seguirán en el mismo lugar, por supuesto; pero ahora sabemos que están ahí, esperando a que los profesionales de la arqueología puedan seguir mostrándonos esa parte de nuestra historia tan costosa de conocer, pero que tanto nos puede aportar aún.
BIBLIOGRAFÍA
Estrada,
R. (2006): “Datos preliminares
sobre los baños de época romana localizados en el lado meridional de la iglesia
de Sta. Eulalia de Valduno”, en Estudios
ofrecidos a José Manuel González en el centenario de su nacimiento, Biedes:
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(2014): “Baños de época romana de Santa Eulalia de Valduno (Las Regueras)”, en
León Gasalla, P. (Coord.): Intervenciones
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