miércoles, 15 de julio de 2015

Las Termas Romanas de Valduno (Les Regueres)

Texto: Miguel Suárez

Más fotografías de las Termas de Valduno en: https://flic.kr/s/aHskcioQ4u


Iglesia de Santa Eulalia. A la derecha, el recinto cubierto en el que se ubican las termas.
Foto: Miguel Suárez

        En 2004, el Ayuntamiento de Las Regueras puso en marcha las obras para mejorar el camino de la iglesia de Valduno. En un principio debían ser trabajos normales, un camino que se arregla y nada más. Sin embargo, en Valduno encontramos una circunstancia que desembocaría en que esas obras no fueran, desde luego, rutinarias: allí se habían encontrado importantes vestigios del pasado. Entre ellos, la noticia de que

En septiembre de 1868 existían junto a la casa del labrador Domingo Tamargo, vecino del pueblo de Balduno, varios ladrillos de construcción romana y dimensiones diversas, y un pequeño molino de mano de piedra de grano; cuyos objetos encontrara labrando el terreno llamado de la Torre vieja próximo a su vivienda y a la iglesia, y también algunos cimientos de un edificio de grande extensión (Vigil, 1887: 486).




        Pero más interesante que lo anterior, sobre todo porque podemos verla en la actualidad (está expuesta en el Museo Arqueológico de Asturias), es la estela de Valduno. La estela debió andar deambulando por el pueblo, sirviendo incluso de asiento a los pies de un plátano según nos informaba José Manuel González, a quien debemos su descubrimiento y estudio. En efecto, en 1947 el historiador y filólogo reparó por primera vez en ella y se fijó en un detalle que hasta entonces le había pasado desapercibido: esa gran piedra poseía una inscripción latina.



Inscripción de la Estela
(González, 1949: 13)
Estela de Valduno.
Fuente: Museo Arqueológico

















Transcripciones de la Estela de Valduno (González, 1949: 21)

     La estela nos cuenta que, al menos en esta zona (y tampoco podemos olvidar otras dentro del concejo como Andallón) la presencia romana no fue esporádica o superficial. Siempre según José Manuel González, Sestio, a quien se dedica la estela, debió ser un nativo de la zona que en algún momento hizo méritos que le valieron el derecho de llevar un nombre romano (no todos podían; le daremos un voto de confianza y pensaremos que no lo tomó ilegalmente). También nos habla la estela de la pertenencia de Sestio a la familia o clan de los Munigálicos, vinculados a la zona desde antes de la llegada de los romanos. Vinculación que se refuerza con los nombres de Progeneo y Figeno, más relacionados con la cultura nativa que con la romana. Cuadrato, quien mandó realizar la estela, vendría a simbolizar esa continuidad y adaptación del mundo astur dentro de las estructuras romanas.

Al margen de las discusiones que puede generar la visión tradicional del astur irredento e indómito, frente a las tesis que defienden una presencia romana más intensa de lo que se ha creído hasta hace bien poco, lo cierto es que tanto los hallazgos del siglo XIX como la estela dejaban constancia de que los romanos habían estado en Valduno. Si a ello añadimos que con relativa frecuencia encontramos iglesias erigidas sobre ruinas romanas, tenemos los argumentos que resultaron esenciales para realizar un sondeo arqueológico al lado de la iglesia en busca de ese pasado remoto.

        Entre el 16 y el 31 de diciembre de 2004 se desarrolló la primera campaña arqueológica, dirigida por Rogelio Estrada, en la que se realizó una calicata de 3,5 x 5 m. y se profundizó aproximadamente 1,20 m. En esta primera excavación salieron a la luz los restos más superficiales del antiguo cementerio, que se encontraba adosado a la iglesia y estuvo activo hasta 1864, año en que se trasladó a su actual ubicación en la Nozaliega. Entre los restos, cabe destacar el muro de este antiguo cementerio y dos niveles de tumbas en fosa –un total de veinte- de época moderna y contemporánea. Debajo de éstas también se encontraron algunas tumbas de lajas de época medieval, algunas de las cuales habían sido desmanteladas al realizar los enterramientos posteriores. 

Vista parcial en los momentos iniciales de la excavación (Estrada, 2014: 133)

Vista de la necrópolis en la zona aledaña al alveus semicircular
(Estrada, 2014: 133)

          Las excavaciones empezaban a aportar información desde el primer momento. Pese a todo, aunque el estudio de un cementerio con una cronología amplia puede ser muy interesante desde el punto de vista histórico, antropológico, cultural, etc., no es un tema en el que se invierta demasiado de forma continuada salvo que se encuentre algo excepcional. Si los hallazgos se hubieran limitado a las tumbas comentadas antes, la excavación probablemente habría terminado ahí, al menos por un (largo) tiempo. Por suerte, los arqueólogos encontraron algo más: restos de ladrillo que podía vincularse a estancias calefactadas y numerosos restos de opus signinum (revestimiento formado a partir de una la mezcla de diversos materiales como arena, cal, ceniza y ladrillo triturado y que se utilizaba para impermeabilizar la piedra) de muy buena calidad. Así que se descubrió la presencia de materiales relacionados con el calor y la humedad, lo cual dio pie a pensar que debajo de la necrópolis podrían hallarse unas termas.


Pasador de azabache de época contemporánea encontrado en la necrópolis (Estrada, 2014: 155)


           Gracias a esta hipótesis y los materiales que la sustentaban, la Consejería de Cultura del Principado de Asturias habilitó un presupuesto para dar continuidad a las excavaciones, que se reanudaron en febrero de 2006. El área de excavación se amplió a 7,30 x 6,30 m. y la profundidad superó en algunos puntos los 2 metros. Por supuesto, en primer lugar aparecieron nuevas tumbas tanto modernas y contemporáneas, como medievales. Dentro de la fase moderna y contemporánea la mayoría de los cuerpos aparecían enterrados con las manos sobre el abdomen o pubis, lo que podría interpretarse como que fueron amortajados; otros parecen haber sido enterrados con alguna prenda, tal y como indicaría el hallazgo de algunos botones de hueso o metal. Destaca sobre todo un pasador de azabache, datado en la primera mitad del siglo XIX. En los momentos finales de esta necrópolis se produjo un incremento en el número de enterramientos (vinculado al aumento demográfico de la parroquia), dando lugar a tumbas solapadas y dispuestas de forma un tanto caótica.



Detalle de las tumbas de laja medievales. Foto: Miguel Suárez.

Esta situación caótica también se aprecia en la necrópolis de época medieval, donde se encuentran tumbas antiguas destruidas para realizar las nuevas, que se distribuyen sin seguir ningún patrón (aprovechando huecos libres, básicamente). Para las lajas de las tumbas se reutilizaron en muchos casos materiales romanos, y aquellas que se situaban en los niveles inferiores (las más antiguas) aparecieron sin cubierta, que probablemente fue utilizada para tapar las tumbas situadas encima. Entre los hallazgos más interesantes se encuentra un anillo de plata encontrado en la tumba que ocupaba una mujer adulta.


Anillo de plata y tumba en el que se encontró (Estrada, 2014: 134).
            
          Finalmente, la retirada de las tumbas medievales para su estudio permitió sacar a la luz los restos de época romana. La hipótesis inicial se confirmaba: habían aparecido las Termas Romanas de Valduno. Así, a finales de septiembre de 2006 comenzó la tercera campaña, financiada por el G. D. R. Camín Real de La Mesa (fondos PRODER) y orientada a rematar la excavación y restaurar los restos encontrados (es de justicia señalar también la calidad de estos trabajos).


Vista general de las termas (caldarium) desde el Norte. En primer plano, la bañera o
alveus rectangular. Se observa también la chimenea para la evacuación de humos.
Arriba a la derecha, el alveus semicircular. Y al fondo a la izquierda (arcos de medio
punto), los pasos de calor hacia el tepidarium. Foto: Miguel Suárez.

En los asentamientos rurales de Hispania, los balnea (baños) comenzaron a ganar presencia durante el siglo I d. C., generalizándose con mayor intensidad durante el siglo II d. C.  En el ámbito urbano sólo los más ricos podían disponer de estos baños dadas las limitaciones de espacio, así como la necesidad de grandes cantidades de agua que debían obtenerse del abastecimiento público. Y aun así, esas limitaciones obligaban a que las termas domésticas ocuparan en los primeros momentos un lugar marginal dentro de la vivienda. Sin embargo, en el ámbito rural no existían las limitaciones espaciales y, en casos como Valduno, había acceso fácil e ilimitado al agua por la presencia a escasos metros del río Nalón. De esta forma, en las zonas rurales fue más sencillo construir importantes conjuntos termales que, al tiempo que garantizaban el baño diario, actuaban como un elemento de prestigio y poder.

            Dentro de las termas romanas encontramos tres espacios fundamentales:

· El caldarium, que era una sala destinada al baño caliente. Solía estar cubierto por una bóveda, en medio de la cual podía haber una abertura (llamada lumen) que al abrirse o cerrarse permitía regular la temperatura de la estancia dejando entrar más o menos aire del exterior. La calefacción de esta estancia se realizaba por medio de lo que se conoce como hipocausto (hypocaustum): utilizando una serie de columnas de ladrillo que sustentaban el suelo de las estancias se creaba un espacio entre éste y los cimientos. Por este espacio circulaba el aire caliente que provenía de un horno (praefurnium) contiguo al caldarium que se alimentaba con madera o carbón vegetal, calentando el agua disponible en las calderas y manteniendo la estancia caldeada.

· El tepidarium o sala de agua templada. Su finalidad era aclimatar el cuerpo para pasar, bien a la zona de agua fría, bien a la zona de agua caliente, dependiendo desde dónde se accediera. En algunas termas (caso, por ejemplo, de Valduno) el tepidarium también se asentaba sobre un hipocausto que comunicaba con el del caldarium, de modo que el calor que llegaba a la sala era menor. Aunque también es posible que contaran con su propio horno o un infiernillo lleno de carbones.

· Por último el frigidarium, que era la sala en la que se encontraba la piscina de agua fría.

La mayor parte de los primeros balnea se erigieron siguiendo un esquema lineal simple en el que el caldarium, el tepidarium y el frigidarium se disponían sucesivamente, en línea recta, emulando el recorrido de los bañistas. Pero además de estas estancias, dependiendo de la entidad y tamaño de las termas, podemos encontrar otras salas como el apodyterium (vestuario), sudatio (sauna), palestra (espacio en el que podían realizarse ejercicios físicos) o el unctorium (espacio destinado a masajes). A veces encontraremos mencionado también el laconium, que consistía en un baño de aire caliente y seco. Su existencia o no dependería en gran medida del tamaño de las termas. Es posible que en algunos casos el laconium hiciera referencia a la parte abovedada del caldarium, donde se aprovecharían los vapores del agua caliente. En este caso, como es lógico, serían baños de vapor y no de aire caliente y seco como en principio designa la palabra laconium.

Plano de las Termas Romanas de Valduno (Estrada, 2014: 160).


             En Valduno las excavaciones arqueológicas dejaron al descubierto gran parte del caldarium (no entero, dado que se encuentra seccionado por el muro sur de la iglesia de Santa Eulalia). Uno de los elementos más destacables de este caldarium es, evidentemente, la bañera (alveus) semicircular, de aproximadamente 1,5 m de radio y unos 3 m en su lado recto. Se encontraba totalmente impermeabilizada gracias a un revestimiento de opus signinum de excelente calidad y que presenta una característica singular, como es la existencia de pigmentos rojizos que sugieren una decoración pictórica de la bañera. También se ha conservado perfectamente el pequeño tubo de plomo, de unos 4 cm de diámetro, que actuaba como desagüe. En la parte trasera de la bañera, en la base (una zona que actualmente queda fuera de la vista para el visitante), se encuentran tres pasos de calor que permitían mantener la temperatura del agua. Por otra parte, es probable que en el muro absidiado (en la parte central del semicírculo) hubiera una ventana, dados los abundantes fragmentos de vidrio que se encontraron en esa zona durante las excavaciones. En este sentido, podemos imaginar también la altura de los muros originales si tenemos en cuenta las recomendaciones que Vitruvio, en su tratado De Architectura (una de las principales referencias en las construcciones romanas), realizaba al respecto:

La bañera debe situarse debajo de la ventana, pero de modo que los bañistas que estén alrededor no impidan ni estorben el paso de la luz con sus sombras (De Architectura, v. 10., cit. por Estrada, 2014: 145).


Detalle de la bañera o alveus semicircular. Foto: Miguel Suárez.

En la imagen, las dos bañeras destacadas. El fragmento de arriba a la derecha
se corresponde con la bañera rectangular, prácticamente desaparecida en la
actualidad. Foto: Miguel Suárez.

             Además de esta bañera existía otra, de planta rectangular, de la que apenas queda nada. A pesar de que presenta un estado de arrasamiento importante y es difícil identificarla a simple vista, se ha conservado una moldura en cuarto de bocel, muy frecuente en las estructuras romanas y utilizada para garantizar la estanqueidad de la bañera (este tipo de moldura también se ha conservado en la bañera semicircular). Ello permite confirmar con seguridad la presencia de este segundo alveus. También existen otros elementos interesantes como una pilastra sobre la que iría apoyado un amplio arco que marcaría el acceso a la bañera, así como una de las chimeneas de evacuación de humos de las varias con que contaría el caldarium. Asimismo, en algún momento se realizó una reparación, quizá motivada por la degradación de los materiales a causa de las oscilaciones térmicas (el horno o praefurnium estaría situado en las inmediaciones de esta bañera rectangular). La reparación consistió en la colocación de dos muretes debajo de la bañera, aparejados con dos columnas de tejas.

Los tres pasos de calor bajo la bañera semicircular. Arriba, sustentado por
cuatro columnas, el fragmento de suspensura o suelo de la estancia que
se ha conservado. Foto: Miguel Suárez.

          Las excavaciones también sacaron a la luz la cloaca o canal de desagüe, que bordea el muro exterior del conjunto termal por su lado sur. Tiene unos 30 cm de ancho y la base está formada por lajas de caliza. Presenta un leve desnivel que ha permitido comprobar de desaguaba de oeste a este (hacia la casa rectoral). En este caso, no sólo recogería las aguas residuales de las bañeras, sino también el agua proveniente de la cubierta del edificio.


En la imagen, la cloaca o canal de desagüe resaltado. Foto: Miguel Suárez.

Otro de los elementos que presenta un grado de conservación excepcional es el hipocausto. El sector del caldarium consta de 23 columnas (o pilae) que todavía mantienen gran parte de su altura original, la cual oscilaría entre los 90 y 96 cm. Sobre estas columnas se apoyaría, como se ha comentado anteriormente, el suelo de la estancia (llamado suspensura), del que se conserva un resto de aproximadamente 1 x 0,5 m, y que tenía unos 20 cm de espesor. En el muro oriental (hacia la casa del párroco) se abren dos arcos de medio punto, de unos 75 cm de altura, que dan paso al área del tepidarium, todavía sin estudiar. 


En la imagen, el hipocausto resaltado. En el lado izquierdo, sobre las columnas,
se aprecia con nitidez la suspensura que se ha conservado. Foto: Miguel Suárez.

En cualquier caso, sí se ha podido comprobar (tras la limpieza de la zona y gracias a la colaboración del grupo de espeleología Polifemo) que el hipocausto continúa más de 4 m (a partir de ahí se encuentra colmatado de sedimentos procedentes de las inundaciones provocadas por las crecidas del Nalón) en dirección a la casa rectoral y parece presentar un buen estado de conservación. La mayor parte de las columnillas de ladrillo están casi intactas, a excepción de algunas que fueron mutiladas con la ampliación de la iglesia en el siglo XVIII. De ello se deduce que la sala dedicada al tepidarium tendría más de 4 m de longitud, a lo que habría que añadir la presencia constatada de un muro que delimita la estancia. Este muro cuenta también con un paso de calor similar a los dos descritos anteriormente, pero de planta cuadrangular. A través de él, aún pueden verse más columnas de ladrillo. Ello plantea dos posibilidades: bien que nos encontremos ante un doble tepidarium, bien que al lado de éste se ubicara otra sala que podría tratarse de un unctorium (espacio destinado a masajes con aceites), algo habitual en los baños domésticos del ámbito rural en la Península. Por otra parte no se ha encontrado en el área explorada ningún resto que sugiera la presencia de un horno vinculado al tepidarium, aunque por el momento tampoco puede descartarse hasta que no se estudie el área por completo.


Hipocausto del tepidarium, que continúa en dirección a la casa rectoral.
Se encuentra aún sin excavar. Foto: Miguel Suárez.

Ya en el plano hipotético sería posible que, paralela al caldarium y tepidarium existiera otra estancia más, de planta alargada, que se situaría ya debajo de la iglesia. Podría tratarse de un pasillo entre las distintas salas o un apodyterium (vestuario), cuyas ruinas habrían sido aprovechadas para erigir la primera iglesia de Valduno. Este esquema arquitectónico encuentra un paralelismo muy claro en un yacimiento relativamente cercano: las termas de Campo Valdés (Gijón). En Campo Valdés encontramos, efectivamente, un pasillo de unos 4 metros de ancho y a lo largo de uno de sus laterales se suceden linealmente las distintas estancias.

Cabe señalar que además del apodyterium, el frigidarium y el caldarium, en Campo Valdés existió un doble tepidarium, tal y como podría ocurrir en Valduno. Este paralelismo también nos permite hacernos una idea sobre la posible cronología del complejo termal de Las Regueras. En el caso de Campo Valdés, la construcción se dató entre finales del siglo I. d. C. y principios del siglo II d. C. Por tanto, no sería descabellado (siempre con las debidas reservas) incluir las termas de Valduno bajo esta cronología. No queda claro, por el contrario, el final de estas termas, ya que la instalación de la necrópolis borró casi totalmente cualquier vestigio que pudiera aportar luz en este sentido. Pese a todo, parece que podría haberse producido en época tardoantigua (en torno al siglo V d. C.).

Plano de las Termas Romanas de Campo Valdés (Gijón). Hemos resaltado
las zonas que podrían guardar correspondencia con las Termas de Valduno.
Se observa cómo el caldarium (C), el doble tepidarium (T1-T2), el
frigidarium (espacio entre T1 y A) y el apodyterium (A) siguen un esquema
lineal y están comunicados por un ancho pasillo (Pa). Fuente: Web.

Con respecto al porqué de las termas, todavía tenemos más preguntas que respuestas: ¿Eran privadas?; ¿Eran públicas?; ¿Pertenecían a una villa? ¿Pertenecían a otro tipo de establecimiento?... Desde luego, en Valduno encontramos una de las mejores zonas de Asturias. Una vega extensa y fértil, un terreno llano, la presencia de un río caudaloso como es el Nalón (por aquel entonces con aguas cristalinas, etc., son factores que convierten a Valduno en un lugar ideal para la instalación de una explotación agraria o villa.


Restos pictóricos encontrados en las Termas de Valduno. Foto: Carlos Álvaro
(Estrada, 2014: 152).

Tampoco podemos olvidar que se trataba de un lugar bien comunicado. Por Valduno pasaba la ruta que unía Lucus Asturum (Lugo de Llanera [¿?]) y Lucus Augusti (Lugo, Galicia). Todavía son visibles, en la recta que cruza la vega hacia Paladín, los restos de la antigua calzada romana. Pero esta posición ventajosa, cerca de una vía de comunicación importante, también podría llevarnos a pensar que las termas de Valduno se incluían dentro de un establecimiento viario (una hipótesis difícil de comprobar, en cualquier caso). Bien podría tratarse de una mansio o una taberna, aunque no debemos dejarnos llevar por el sentido que para nosotros pueden tener estos términos. En este caso, las identificamos más como posadas u hostales, orientados al descanso de los viajeros y en las que también tenían cabida los complejos termales. Esta interpretación como establecimiento viario también podría vincularse a la presencia, a unos 900 metros en dirección a Paladín, del Castiello de los Vallaos (González, 1952), un castro fortificado situado en el Monte de La Parra, cuyo origen podría haber sido el control y defensa de la vía.


Vista general de la recta de Valduno. Al fondo, en el monte, lugar en que se situaba
el Castiello de los Vallaos. Foto: Miguel Suárez.
Detalle de la carretera. En la parte inferior pueden observarse los restos de
la antigua calzada romana. Foto: Miguel Suárez.


        De cualquier forma, el origen de las termas todavía no está claro. La única certeza que tenemos hasta el momento es que se trata de un complejo de relativa importancia, con una calidad constructiva notable y un estado de conservación excepcional. Sabemos que, al menos, contamos con otras dos estancias siguiendo hacia la casa rectoral (el doble tepidarium o tepidarium-unctorium), y no se descarta la presencia de otras salas bajo la iglesia. Según los cálculos realizados por los investigadores, el complejo termal podría superar los 200 m2, de los cuales, hasta la fecha han salido a la luz algo menos de 50 m2. Es evidente, pues, que aún queda mucho trabajo arqueológico por desarrollar. Las ruinas seguirán en el mismo lugar, por supuesto; pero ahora sabemos que están ahí, esperando a que los profesionales de la arqueología puedan seguir mostrándonos esa parte de nuestra historia tan costosa de conocer, pero que tanto nos puede aportar aún.  



BIBLIOGRAFÍA


Estrada, R. (2006): “Datos preliminares sobre los baños de época romana localizados en el lado meridional de la iglesia de Sta. Eulalia de Valduno”, en Estudios ofrecidos a José Manuel González en el centenario de su nacimiento, Biedes: La Piedriquina,  pp. 83-97.


Estrada, R. (2014): “Baños de época romana de Santa Eulalia de Valduno (Las Regueras)”, en León Gasalla, P. (Coord.): Intervenciones en el patrimonio cultural asturiano 2007-2014, Siero: Consejería de Educación, Cultura y Deporte, pp. 125-160.


García-Entero, V. (2008): “El ocio en el ámbito doméstico de la arquitectura hispanorromana: las termas”, AnMurcia, n. 23-24, pp. 253-272.


González, J. M. (1949): “La estela de Valduno”, Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n. 7, pp. 3-43.

González, J. M. (1952): “Tres vetustos castiellos en las cercanías de Grado", Archivum, n. 2, pp. 352-368.

Oró Fernández, E. (1996): “El balneario romano: Aspectos médicos, funcionales y religiosos”, Antigüedad y cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, n. 13, pp. 23-152.

Uribe, P. (2004): “Arquitectura doméstica en Bilbilis: la domus I”, Salvide, n. 4, pp. 191-220.


Vigil, C. M. (1887): Asturias monumental, epigráfica y diplomática. Datos para la historia de la provincia, Oviedo: Imprenta del Hospicio Provincial.   






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