sábado, 12 de octubre de 2013

La Cueva de la Paloma: Investigaciones, resultados y estado actual



La Cueva de La Paloma: Investigaciones y resultados


Texto: David Santirso Ruíz.


La Cueva de la Paloma se encuentra situada en Soto de Las Regueras sobre el río Soto, afluente del río Nalón, relativamente cerca, a vuelo de pájaro, de San Román de Candamo. Geográficamente hablando, podríamos decir que es uno de los yacimientos más occidentales del Paleolítico Superior, más concretamente del periodo Magdaleniense Europeo, y uno de los más ricos cuantitativa y cualitativamente.

Abertura principal de la Cueva de la Paloma (Foto: M. Suárez, 2011)




La cueva en sí presenta su abertura principal primigenia, de unos 8 metros de longitud a un nivel similar al del río, orientada hacia el oeste. Pasando el arco calizo inicial, la entrada comunica con un “Patio”, una especie de sima que comunicaría con otras salas. Continuaría durante varios metros más en dirección sureste hasta encontrarnos con la sala de la cueva, donde techo y suelo descenderían paulatinamente.


Planta de la Cueva de La Paloma (González Sainz, 1986: 49)

La historia de la excavación de la cueva se remonta a principios del s. XX, más concretamente al año 1912, cuando el posible yacimiento arqueológico es detectado por J. Carballo. Una vez descubierto, se observan ciertas huellas de manipulación previa, realizado por un vecino de la zona en su afán por buscar un posible tesoro, lo cual repercutiría muy negativamente en el estado de conservación de la Cueva desde un inicio. En 1914, la dirección de las dos campañas arqueológicas que se ejecutarían posteriormente quedarían en manos de E. Hernández-Pacheco y la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas. Para entonces, Pacheco contaría ya con la ayuda de otros prehistoriadores de la Península Ibérica como serían El Conde de la Vega del Sella, J. Cabré y P. Wernert, si bien la mayor parte de bibliografía original y estudios sobre las campañas arqueológicas, los materiales hallados y las probables cronologías, datan del periodo comprendido entre 1915 y 1919, y nos llegan a través de breves artículos informativos sobre las características más llamativas del yacimiento y las piezas de arte mueble de mayor relevancia, así como  de una breve Memoria en 1923. A lo largo de las décadas siguientes, varios serían los acercamientos al estudio de la cueva, como los trabajos de Soledad Corchón o Ignacio Barandiarán Maestu, que tratarían preferentemente sobre aspectos generales de la industria y el arte óseo y mueble respectivamente. Otras intervenciones directas ejecutadas sobre el yacimiento en los años 70 como las del profesor de la Universidad de Salamanca, Julián Bécares, aún no han visto la luz a día de hoy, por ello una de las últimas compilaciones sobre la Cueva nos llevaría a un texto general realizado por Navarrete, Sanchiz, Hoyos, Brunet y Castaños.

Muchas han sido las discusiones sobre la estratigrafía de la Cueva, tanto por los propios movimientos que se han dado con el tiempo, como por la propia acción de las excavaciones, que han generado variadas interpretaciones sobre los restos encontrados y su datación cronológica. A pesar de ello se puede exponer sobre la tesis de Pacheco y las actualizaciones de Hoyos en 1980 que, incluyendo en el análisis algunas críticas expuestas por Hugo Obermaier,  dirigidas a las dataciones de la cueva por la falta de una serie continuada estratos intactos, basándose en algunas zanjas y cortes (que pesarían mucho a pesar de su vaguedad teórica). La secuencia estratigráfica completa (cuyo grosor sería de unos 5 metros) iría desde etapas correspondientes al Magdaleniense Inferior, hasta las más tardías que datarían del periodo Aziliense. En cuanto a la cronología de los estratos, las industrias y restos arqueológicos en ellos encontrados, a pesar del palimpsesto -mezcla de estratos que impide a los arqueólogos saber cuál es el nivel superior y cuál el inferior- que muchos han sufrido a lo largo del tiempo así como por las inundaciones del río Soto, podríamos hacer la siguiente descripción en base a los diversos estudios realizados por los investigadores ya citados y otros como Fernández-Tresguerres o Fernández-Eraso.


Estratigrafía de la Cueva de La Paloma

Nivel 0 o superficial: Un primer estrato estéril, arcilloso y rocoso con escasos útiles trabajados (algún raspador, machacadores y recortadores). Más llamativos son otros restos cerámicos, con decoración por incisión o una pesa de telar y un molde para punzones junto con otros adornos-colgantes más relacionados con el Paleolítico Superior más tardío. De hecho, junto a ellos se encontraron restos humanos que fueron interpretados por Pacheco como posibles enterramientos Neolíticos.

Nivel I: Se correspondería con un nivel de tierra negra sin mayor interés.

Nivel II: Se trata de un nivel pequeño, de entre unos 20 y 50cm. Pacheco ofrece datos sobre la posibilidad de un enterramiento infantil dado el hallazgo de restos óseos tales como un maxilar y varios dientes.


Hoja pequeña de dorso (Cueva del Castillo)

En el mismo estrato veríamos también una gran profusión de útiles, unos 263, siendo los raspadores sobre lasca una vez más, los más numerosos junto con hojas pequeñas de dorso, ambos pertenecientes, probablemente, al periodo Aziliense y con distintos tipos de talla así como de material sobre el que se ha trabajado (cuarcita, silex, cuarzo, etc). También se hallarían, en menor medida, arpones, punzones, azagayas, varillas o propulsores, muchas de ellas trabajadas de manera muy eficaz dado el acabado, pulido y decoración posterior a la talla. Incluso, podemos encontrar algún colgante trabajado sobre una gran variedad de moluscos.

Finalmente, encontramos gran cantidad de restos de fauna, donde primarán los correspondientes a mamíferos, como ciervos (en su mayoría adultos pero también jóvenes), cabras  e incluso osos junto con algunos anfibios.

Nivel III: Oscila entre unos 10 y 40cm. Es un estrato que no tiene gran cantidad de restos, donde predomina un tono rojizo con algunos lentejones negros. Son llamativos algunos de los restos contados por González Sainz, como tres buriles, tres raspadores y sobre todos dos núcleos de cuarcita y silex.

Nivel IV: Se trata de un nivel datado en el Magdaleniense Superior con restos muy variados, desde buriles o azagayas, hasta arpones o punzones, pertenecientes algunos de ellos a la primera fase del Aziliense. Como no, también se encontraron gran cantidad de restos de fauna.

Arpones

Azagayas
Gran cantidad de los útiles están retocados. Es llamativa la aparición de restos de núcleos de sílex y también lascas de cristal de roca, así como también alguna plaquita con motivos grabados. También será llamativo el cuidado y trabajo realizado sobre muchas azagayas encontradas, dado su morfo-tipo (decoradas primero, con una parte distal apuntada, de sección preferentemente circular y base elegida), que las hacen distintas a la mayor parte de Azagayas encontradas en otros yacimientos paleolíticos asturianos.

La importancia de este nivel viene dada porque podría confirmar la hipótesis de Hernández-Pacheco, que hablaba de un proceso de transición del Magdaleniense Superior al Aziliense en el yacimiento. Martínez y Chapa, hablarían también de un progresivo avance en las industrias de este nivel, yendo del Magdaleniense Superior Inicial, representado por la industria lítica (la cual no es muy abundante en este nivel), mientras que la ósea se correspondería con periodos posteriores, del Magdaleniense VI de la cual hay mayor número, lo que dataría este nivel en un momento bastante posterior (entre el 12.900-12.000 B.P.). 

Útiles del Magdaleniense recuperados de la cueva (Barandiarán, 1971: 266)

Útiles del Aziliense recuperados de la cueva (Barandiarán, 1971: 267)


Nivel V: Tiene una matriz roja con una composición pedregosa que va desde unos estrechos 0,10cm hasta casi 1,50m. En los 3 subniveles en los que se divide ya se ve clara escasez de materiales, sobre todo líticos.

Nivel VI: Muy negro y arcilloso (de 0.10cm a 0,60cm). Volvemos a etapas del Magdaleniense Medio, con más de 400 útiles diversos, muchos de ellos aun en proceso de fabricación, si bien muestran un gran cuidado en el proceso de tallado y acabado de las piezas. También aparecen un gran número de restos de fauna.

Por otro lado, según Barandiarán, un resto óseo encontrado podría ser datado alrededor del 14.600+-160B.P.
Estas variaciones no hacen sino afirmar que las investigaciones basadas únicamente en los útiles pueden quedar cojas, y como consecuencia ofrecer dataciones incorrectas dado que algunos de los útiles que se creen pertenecientes a etapas previas podrían ser posteriores, lo que podría concordar con la datación de Barandiarán y la posterior de G. Adán (entre el 14.500 y el 13.400B.P.).
De cualquier manera, según las últimas investigaciones de Corchón, se podría afirmar que algunos útiles datados por la presencia de restos óseos en el Paleolítico Medio podrían pertenecer a un tecnocomplejo posterior, similar a algunos restos encontrados en La Viña, Collubil y La Riera.

Nivel VII: Tiene cuatro subniveles (de 0,08m a 0,55m). No presenta restos llamativos, más allá de alguno óseo perteneciente a algún mamífero (ciervo, en su mayor parte) y cantos rodados en caliza.

Nivel VIII: Tiene cuatro subniveles (de 0,20m a 0,30m). Magdaleniense inferior con más de 220 útiles con predominio de raspadores sobre lasca y buriles y solo 15 hojitas de dorso. También vemos talla en restos óseos y otros útiles como azagayas. Hay restos de fauna, en su mayor parte de ciervo y otros mamíferos.
Para Hernández-Pacheco, hay continuidad con el Magdaleniense Medio, no un corte estricto dentro de sus estratos, de ahí la similitud de útiles entre los subniveles y los estratos posteriores. Aunque existen un gran número de opiniones si nos atenemos a las teorías de Obermaier o Utrilla, hoy en día se puede afirmar que en La Cueva de la Paloma, hay gran similitud y continuidad entre los morfo-tipos de los tecnocomplejos del Magdaleniense Inferior y del Medio sin obviar, que muchos restos han podido llegar a entremezclarse lo que ha hecho y sigue haciendo que afirmar tales supuestos sea arriesgado.

Nivel IX: De espesor no determinado y estéril ya que es la base de la cueva.

Como se ha visto, existe una gran colección de restos a lo largo y ancho de todos los niveles que componen el mapa estratigráfico de la Cueva de la Paloma. De todos ellos, los más llamativos son los trabajos que se corresponden con la talla sobre restos óseos, dado que han sido ellos, en mayor medida, los que han ido posibilitando la datación, no solo de los distintos niveles, sino también la propia evolución de los tecnocomplejos. Eso no implica que debamos olvidar la gran cantidad de útiles realizados sobre caliza, o incluso caninos de animales, así como su gran variedad.


Anexo: Estado de conservación de la Cueva de La Paloma

Texto: Miguel Suárez


En la actualidad, la cueva presenta un pobre estado de conservación debido tanto al abandono, como a la acción humana. Aunque el acceso a la cueva está protegido por una alambrada, la invasión de la maleza, el paso probable de animales como los jabalíes, etc. la han hecho ceder, quedando inservible en muchos puntos. 



Sin embargo, el principal problema no es la naturaleza (que al fin y al cabo, sólo reclama lo que es suyo). El verdadero problema es tanto la acción humana, como la no acción. La no acción porque, a pesar de tener en nuestra zona uno de los principales yacimientos prehistóricos de la cornisa cantábrica, vinculado además con otro yacimiento único (la necrópolis neolítica de Piedrafita), apenas los conocemos, no sabemos qué hubo en ellos y, cuando queramos hacerlo, puede que ya no podamos porque no quedará nada de ellos.

Excavación de uno de los túmulos de Piedrafita
(de Blas Cortina, 1986: 75)
Y en cuanto a la acción todavía existe quien, movido por una especie de complejo de Indiana Jones (o quizá por alguna atracción enfermiza por los huesos humanos o de animales), espera encontrar fantásticos tesoros prehistóricos sin saber que: 1) los restos ya han sido recogidos por los arqueólogos; 2) estos restos no tienen ningún valor económico, "sólo" valor cultural; 3) su valor cultural depende de que todo el mundo pueda conocer esos restos, porque sin eso, tampoco valen nada. Algunos incluso se olvidaron sus herramientas en medio del yacimiento, a lo mejor frustrados por no haber encontrado tesoros.



Otros, quizá menos espabilados, puede que no encontraran la "pequeña" abertura principal de la cueva, de sólo 8 metros de altura, y se vieran obligados a entrar por una pequeña entrada lateral. Eso sí, después de una encarnizada batalla contra la reja que les impedía realizar su peculiar contribución al conocimiento y conservación de nuestra historia.

Restos de la batalla contra la reja enemiga
En fin, no somos partidarios de blindar los yacimientos porque, como se ha dicho, si no se pueden visitar, si la gente no puede conocerlos, pierden todo su valor. Pero por desgracia, los vallados y las rejas siguen siendo necesarias para evitar los desmanes de quienes son incapaces de valorar lo que tienen (no olvidemos que el patrimonio cultural es de todos). Por eso, es fundamental dar a conocer lo que tenemos, porque es imposible valorar lo que no se conoce. Y luego, que cada uno decida en qué medida quiere proteger y transmitir a los que vienen detrás lo que, al fin y al cabo, es suyo.




Bibliografía de referencia

ADÁN, G.; GARCÍA, E. y QUESADA, J. M. (2006): "La Cueva de La Paloma: El inicio de la investigación paleolítica en Asturias (1914)", en Asociación La Piedriquina (Ed.): Estudios ofrecidos a José Manuel González en el centenario de su nacimiento, pp. 9-25.

BARANDIARÁN, I. (1971): "La Cueva de la Paloma (Asturias)", Aranzadi: Sociedad de Ciencias Naturales, n. 2/3, San Sebastián, pp. 255-283.

De BLAS CORTINA, M. Á. (1990): "Excavaciones arqueológicas en la necrópolis megalítica de La Cobertoria (divisoria Lena-Quirós) y en los campos de túmulos de Piedrafita y El Llanu la Vara (Las Regueras)", Excavaciones arqueológicas en Asturias 1983-86, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, pp. 69-77.

GONZÁLEZ SAINZ, C. (1986): El Magdaleniense superior-final de la región cantábrica, Tesis Doctoral, Universidad de Cantabria.

HERNÁNDEZ PACHECO, E. (1923): La vida de nuestros antecesores paleolíticos según los resultados de las excavaciones de La Paloma (Asturias), Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, n. 31.


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